El vampiro de origen es un romántico

Resumen

El vampiro de nuestros días, el más cercano a los lectores jóvenes o la referencia más cercana a ellos, es resultado de diversas transformaciones en su forma de representación, cada autor que incluye un vampiro como personaje de la historia narrada, le aporta sesgos o matices propios, aunque en esencia el vampiro sea bebedor de sangre humana. El cine y sus directores han contribuido a ofrecernos un vampiro adecuado para la historia que cuentan. Los inversionistas de la industria fílmica para llevar a la pantalla grande y garantizar mucho público en las salas de proyección, se basan en historias editoriales exitosas, los lectores de esos best sellers están ávidos de ver la historia degustando palomitas y refresco grande. El vampiro más reciente en la memoria colectiva juvenil es Edward Collen, el protagonista de la saga de Crepúsculo, historia que fue llevada al cine basada en las novelas de Stephenie Meyer^[1]. En la actualidad la figura vampirezca se ha matizado bastante endulzándola más, al grado que las generaciones relativamente jóvenes suelen enamorarse de su atractivo y su tipo de vida, porque les resulta simplemente encantador y lo consideran muy “romántico”, atribuyéndole a ese término características como lo meloso, tierno y amoroso; es decir, excesivamente dulce. Si se suele atribuir lo romántico a las características descritas en el párrafo anterior, existe entonces una confusión en el concepto de lo romántico y este texto, pretende comprender la versión original del carácter romántico del vampiro. Tal propósito requiere recurrir a ciertos datos históricos y a un vampiro muy especial, el primero de su especie en la literatura, pero ¿qué características ostenta para identificarlo como romántico?